Llevaba apenas unos días siguiendo el perfil de Cloe Montiel. Me gustó desde la primera vez que lo ví. De inmediato le di follow. El porte, la estatura, la silueta, el cabello. Justo el tipo de mujer que me hipnotiza. Además, es colombiana. Esas mujeres son mi debilidad.
Luego de ver por varios días las notificaciones de su perfil noté algo familiar en sus fotografías. Como que me recordaba a alguien. Tuve una suerte de déjà vu. Al paso del tiempo no le di importancia y terminé por olvidarlo.
El perfil de Cloe apenas contaba con una centena de seguidores y no había información o reseñas sobre su servicio. Le pedí información para calar si se trataba de una estafa. Me contestó de inmediato enviándome un kilométrico mensaje en el whats. Algo así decía:
“Colombiana, busto 34b, 1.62 cm de altura y talla 5 de pantalón. Cabello largo negro, soy caderona, pompoda y piernas torneadas muy suaves. Soy guapa y lo principal real” “Me encanta que me besen el cuello y la espalda” “Trato de novio” “no te pido depósito para que estés tranquilo” “Independiente”.
Cloe Montiel
Cruzamos unas breve palabras por el chat, la conversación me pareció genuina. Aquella tarde me desocupé temprano del trabajo, así que le propuse vernos en el hotel Montreal. Al principio tuve mis dudas, tal vez debía esperar a que surgiera más información sobre su perfil. Sin embargo, Cloe se mostró atenta a la confirmación de la hora y el lugar. Eso terminó por convencerme. De lo contrario, seguro que hubiese postergado el encuentro. Ayuda mucho al marketing puteril que las escorts muestren amabilidad y atención a los clientes. A final de cuentas de lo que se trata es de vender.
Me instalo y le envío el número de la habitación
Tengo la mala costumbre de romantizar los encuentros con escorts. Me acuerdo mucho de los detalles significativos, de los matices que hacen únicas e irrepetibles a las chicas. Guardo en mi memoria una descripción densa de las horas de placer. No las olvidó. Recuerdo el rostro de Ashley DiCaprio cerquita al mío, solo acariciándolo y contemplando su belleza; no olvido cuando recorrí con mis dedos la tenue cicatriz en el rostro de Ana K y cuando puso música de Stevie Ray Vaughan; atesoro la mirada aceitunada de AngieBoom, la recuerdo al darme un tierno beso de despedida y susurrándome su verdadero nombre.
Al abrir la puerta la reconocí de inmediato. No cabía duda de que era ella. Incluso lo supe antes de que se quitara el cubrebocas, cuando apenas su rostro asomó por la puerta. Nunca me había sucedido esto: volver a contratar a una escort con la que no había quedado completamente satisfecho. No podía regresarla. Fui un tonto. ¿Cómo no pude darme cuenta por las fotografías? Sabía que algo me resultaba familiar.
Cloe había cambiado de número telefónico y por supuesto de cuenta de Twitter.
Hice como que nunca la había visto
La experiencia con una escort para mi es irrepetible. Sin embargo, para ellas, solo somos un cliente más en la agenda del día. Sobra decir que Cloe no se acordó de mí. Este tipo de experiencia es común, ya me había sucedido cuando hice mi primer trio con Joseline y Camilah.
De antemano supe lo que podría esperar del encuentro. Sabía que Cloe Montiel no se queda la hora completa. Tampoco da besos. De que el servicio solo consta de una relación y que ella es una chica muy seria.
Al entrar a la habitación me pidió que le pagara el servicio, además de una cooperación para el taxi. Luego se metió a bañar. La vi despojarse de la ropa. Llamó mi atención de que debajo de un pantalón de mezclilla negro traía puesto un calzón de color rosa casi fluorescente.
Debía aprovechar al máximo el tiempo de su compañía, así que me metí a la regadera con ella.
Una vez duchados pasamos a la alcoba. Ambos desnudos, terminamos de secarnos a un lado de la cama. Aventamos las toallas sobre el buró.
Me acerqué hacia ella y comencé a acariciar su cuerpo. Me sentía muy atraído por su desnudez. Minutos antes cuando la vi despojarse de su ropa, mi miembro ya había comenzado a ponerse duro. Cloe le aventaba una mirada de vez en cuando.
El tacto de mis manos volvió a recordar la piel suave, joven y blanca de esta paisita. De su cuerpo destacaba el olor a jabón chiquito del hotel Montreal. Besé con amor sus pechos, tersos y pequeños. Me hinqué ante su figura, la abracé y pegué un suspiro. Seguí besando sus caderas, luego los huesitos de sus costillas. Con todo y la sorpresa, la experiencia de volver a sentir el cuerpo de Cloe (o quien quiera que sea en este momento) es invaluable. Ella emana un energía apacible, inspira paz.
Me senté al borde de la cama y continué besando sus pechos. Minutos después ella se voltea y me pone el culo frente al rostro. En lo personal, si hay algo que me mata durante el sexo, es que las chicas tengan iniciativa.
Cloe se inclina un poquito, para las nalgas y me agarra el miembro. Mientras yo me comía a besos ese hermoso culo, ella me masturbaba. Al principio lo hizo rico, pero luego me la comenzó a jalar de una forma acelerada, como queriendo provocar la eyaculación. Me dio la impresión de que quería terminarme rápido. Tuve que interrumpirla.
Saca un condón sabor fresa
Me pide que me acueste y ponga cómodo. Me pone el condón y me la comienza a mamar. Quería tener ese culo cerquita frente a mi rostro, así que le dije que hiciéramos un 69. Se voltea, me pasa por encima su pierna derecha y lo único que logran divisar mis ojos es la plenitud de su sexo. Uno lo contempla con asombro y reverencia, como si fuera la primera vez, como cuando uno se queda viendo el fuego de una hoguera. Del centro de su cuerpo emanaban hilos de placer. Su sexo parecía un páramo yermo. Cloe estaba perfectamente rasurada.
Luego de escudriñarla, volví a reconocer aquella marca de nacimiento, ese pequeño lunar que Cloe tiene apostado en la parte más profunda y oscura de su cuerpo.
De nuevo comenzó a masturbarme
Cloe solo ofrece una relación, así que no podía dejarla ir sin penetrarla. Con un culo de esas dimensiones la mejor postal es tenerla en cuatro, lo sabía de antemano. Se sube a la cama y se acomoda para recibirme.
Al sentirla apretadita la embestí suave y despacio. A diferencia de otras escorts que sacan el lado animal e instintivo de los caballeros, la experiencia con Cloe es delicada, suave y autocontrolada.
Cambiamos de posición
Cloe gemía de placer. La puse en posición de misionero. Creo que fue el momento en el que sentí mayor conexión sexual con ella. Sin salirme del centro de su cuerpo interrumpí las metidas, volví a recorrer con mis manos sus pechos, sus costillas, su vientre. La sujeté de la cintura, bajé por el camino que tranzan sus caderas hasta llegar a sus muslos.
Luego de unos minutos le pedí que me montara. Mientras ella se movía yo le agarraba las nalgas. La carne de sus glúteos desbordaban los dedos de mis manos. ¿Quién puede resistirse a meterle unas nalgadas a un culo terso y carnoso? Le pregunté si podía nalguearla. Dijo que sí.
Entonces le metí un par de firmes nalgadas. Ni muy fuertes ni muy suaves, solo aplicando la fuerza necesaria para producir ese singular sonido a estruendo de carne.
La quise de nuevo en cuatro
Sin embargo, no fue así. En esta ocasión Cloe me propuso acomodarse de vaquerita invertida. Así me terminó Cloe Montiel, justo en la misma posición cuando la conocí por primera vez. Si se me permite el símil, tener a Cloe en esa posición equivale a estar sometido bajo una llave maestra de un luchador de la AAA. Uno termina por rendirse.
Nos metimos a bañar juntos.
Opiniones encontradas
Como suele pasar en este medio, hay muchas escorts que nos gustan a morir, pero el servicio que brindan no es bueno, y peor aún, muchas no cumplen con lo que ofrecen. En general, el servicio de Cloe Montiel no es malo. El problema es que al final uno se queda con una espinita. Es la segunda vez que me sucede. Eso es un indicador negativo del servicio. Si ella diera otro tipo de servicio sin duda sería un must en el medio.
Al verla dejar la habitación me invadió el deseo de tenerla de nuevo. Faltaban por lo menos 20 minutos para cumplir la hora de servicio. Al menos en esta ocasión disfruté más el encuentro.
Si vuelve a cambiar de nombre es probable que morderé otra vez el anzuelo. Antes de despedirse y por supuesto sin saber mi identidad, Cloe Montiel me pidió una reseña del encuentro. Creo que está volviendo a hacerse de una reputación en el medio. No sé si estas líneas puedan contribuir en su beneficio.