Recuerdo que aquella tarde vi a Antonella. Nos habíamos visto en el hotel Montreal de Tlalpan. Ese día pedí una habitación, la pagué con una tarjeta de crédito. Al subir por las escaleras y llegar al segundo piso escuché aquel rítmico e inconfundible taconeo, aquel que activa todos los sentidos. De las escaleras del tercer piso descendía una enorme mujer que no pudo pasar desapercibida. Una mujer de rasgos afrodescendientes. Medía alrededor de un metro ochenta con tacones y portaba un culo imponente, de los que producen un inquietante deseo animal. No pude olvidarla en toda la semana.
Un adicto a las escorts no puede quedarse con los brazos cruzados cuando ve a una mujer con tales atributos. ¿Dónde buscarla? En días posteriores supe de una chica oriunda de Veracruz que sólo daba servicios en aquel hotel. Indagué en Twitter. No cabía duda, era ella, la chica que había visto aquella tarde descender por las escaleras del Montreal. No podía creerlo, momentos antes de que Antonella llegara a mi habitación yo ya estaba pensando en cómo localizar a esa mujer morena. Así es la adicción a las escorts, uno ya está pensando en quién será la siguiente y la siguiente chica. Ante la enorme oferta de servicios uno tiene que hacer una lista de chicas a las que planea conocer.
Gloriella, su nombre en el ambiente
Concertar la cita con Gloriella me llevó alrededor de tres días. Solía buscarla con cuatro horas de anticipación, pero siempre tenía su agenda repleta. Justo al tercer día coincidimos. Fijamos la reunión para las 5 de la tarde.
Después de mi último encuentro con Antonella me había prometido que intentaría dejar por un tiempo la dependencia a las escorts. “Tiene que ser la última, ahora sí ya la última”, me lo repetí varias veces mientras iba camino a Tlalpan. La experiencia que tuve aquella tarde con Gloriella fue una prueba contundente de porqué no puedo dejar esto tan fácilmente.
Aquel día atendí todos los pendientes laborales. No fue suficiente salir con más de una hora de anticipación. El tráfico de la ciudad ocasionó que llegará 10 minutos antes de las 5 de la tarde. Al asignarme el número de la habitación le notifique de inmediato a Gloriella.
Subí corriendo a la habitación 203. Dejé mis cosas sobre el tocador y abrí de inmediato la llave de la ducha para que el agua comenzara a entibiarse. Mientras tanto me cepillé los dientes, me quité los zapatos, el pantalón y la camisa. Quedé sólo en calzones y con una playera. Justo al abrir la puerta de la ducha y dar un paso escuché que tocaron tres veces a la puerta.
Observé a través de la mirilla y abrí la puerta
Llegó justo a las 5:00 en punto. Ni un minuto más ni un minuto menos. Decidí posponer la ducha y abrir la puerta, aunque no cerré la llave del agua, la cual caía a torrentes. No quise hacerla esperar, mucho menos luego de mostrar esa puntualidad y atención. Minutos antes le había pedido que llevara puesto unas medias color negro. Uno de mis fetiches.
Gloriella comenzó a besarme de manera arrebatada, casi de un modo violento podría decir. Solo alcancé a pronunciar un “buenas tardes” y ella me respondió con la convicción de sus labios carnosos, con la cadencia de su lengua mojada. No es usual encontrar a una escort que inicie el servicio con dicha actitud desenfrenada. Por lo general hay un diálogo previo para romper el hielo.
En la habitación sólo podía escucharse una inusual música de fondo: el chorro de agua cayendo cual tormenta. Gloriella traía una falda negra ajustada y debajo unas mallas negras tipo fishnet (yo le había pedido unas medias negras). Sus pechos lucían un top rojo.
Recuerdo que momentos antes de que Gloriella llegara a mi habitación la parte más sucia de mi hemisferio cerebral, la que gobierna los instintos sexuales más bajos, me recordó la previa imagen de su enorme culazo. Me resultaba gracioso que justo ese día me habían enviado uno de esos tik toks donde a las chicas con culos enormes les preguntan sobre el maltrato animal. Una coincidencia perfecta:
– “¿Crees que sea maltrato animal?
– ¿Qué, cómo?
–¿Crees que sea maltrato animal?
– No entiendo.
– ¿¡Crees que sea maltrato animal que le dé unas nalgadas a ese perro culazo que te cargas!?
Luego del inicial recibimiento de Gloriella es obligatorio agregarla en la lista de las escorts que mejor besan. El placer que producen sus besos es particular porque tiene una boca grande y los labios harto carnosos.
Le comencé a quitar la falda
Lentamente bajé el cierre lateral de su falda, justo terminaba a la mitad de su muslo derecho. Gloriella quedó en ropa interior con las mallas y el sostén. No podía dejar de besarla. Mis manos posaban sobre su enorme culo. La sujeté de la cintura y la moví para dejarla de espaldas frente al espejo del lavabo. Mientras la besaba veía de fondo su culo reflejado en el espejo. Grande, de formas finas, sensual, con ese aire provocativo que clama por ser cogido. No pude evitarlo, comencé a nalguearlo. No podía parar: la sensación de la abundante y firme carne, el sonido de la nalgada, la imagen ante el espejo.
– “Tienes un culo hermosísimo. Has de hacer mucho ejercicio”, le dije.
– “No, es un regalo de la naturaleza”, me contestó con una sonrisa enorme.
De un tiempo para acá me había surgido la fantasía de estar con una mujer negra, una de origen afrodescendiente. Creo que las mujeres afro logran despertar un tipo de deseo sexual primigenio, un deseo de tipo animal, el que no conoce del autocontrol ni las convenciones de la civilización.
Lo he repetido hasta el cansancio. No deja de sorprenderme cada encuentro que tengo con escorts. Las experiencias siempre son originales, genuinas e irrepetibles. Pero lo que me pasó aquella tarde con Gloriella no tiene comparación, al menos no con lo que había experimentado hasta estos días, que no es poco.
Mi encuentro con Gloriella no fue ni pasional ni sensual. Mi encuentro con Gloriella fue pornográfico, sucio. Nunca había estado con una chica que tuviera tales atributos de performance sexual. Ella se autodescribe como una ninfómana. Ahora sé lo que realmente significa esa palabra. Como dicen por allí: “un hombre cree que todo el tiempo le gustaría estar cogiendo hasta que llega a conocer a una ninfómana”.
La complexión de Gloriella, y sobre todo el esplendor de su enorme culo, han hecho que muchas personas piensen que ella es un trasvesti. Cuando me lo comentó le dije que dicha confusión suele ser común en el ambiente de la putería. Hay otras chicas escorts que han recibido comentarios similares. Lia Villana o villanita, la escort venezolana, me dijo en alguna ocasión que en las redes sociales le han preguntado que si es hombre. Eso me platicaba mientras le acariciaba sus hermosos muslos y su descomunal trasero. A pesar de que mi encuentro con Lia tuvo un sabor agridulce, debo de admitir que tiene un cuerpo fuera de lo común, a tal grado que podría suscitar confusiones sobre su género.
El agua de la regadera seguía cayendo
Ni siquiera alcancé a cerrar las ventanas de la habitación. La ventana apuntaba justo donde el metro da vuelta para llegar a la estación de Tasqueña. A los lejos podían verse un cúmulo de personas transitar por un camino que llegaba a una unidad habitacional.
Continuamos el faje en la cama. Seguíamos besándonos sin tregua. Le pedí que se pusiera boca arriba. Pegué mi cuerpo al suyo. Justo antes de que me pidiera que la comenzara a coger me levanté por el condón y noté que su vientre estaba repleto de mis fluidos. Me puse el forro y ella me pidió ponerme cómodo. Me pasó una almohada y comenzó a montarme. Inició con lentos movimientos circulares de cadera. De pronto noté que el semblante de su rostro cambiaba radicalmente. Sentí un chorro tibio ser expulsado del centro de su cuerpo. No podía creerlo, apenas a unos cuantos minutos de penetrarla Gloriella expulsaría el primer squirt.
Seguía montada y moviéndose con suavidad y delicadeza. Incluso podría decir que Gloriella estaba en un estado de concentración, como buscando el orgasmo. Menos de cinco minutos pasaron; sentí otro chorro caliente de líquido escurrir por mis güevos. No daba crédito. Le pregunté cómo podía hacer eso. Ella sólo dijo que a veces le salía, que no siempre. Ahora se habían dado las condiciones.
Le pedí penetrarla en cuatro
Antes de ponerla en esa posición iniciamos otra sesión de besos atascados. Entonces comencé a penetrar ese imponente culazo negro. Esa es la postal que buscaba disfrutar, la posición por la que había decidido buscarla. Follar un enorme culo negro. Al tiempo de penetrarla le metía unas fuertes nalgadas que no hacían sino excitarla mucho más. Ella me lo pedía, me pedía seguir nalgueándola con severidad. No conozco una onomatopeya que pueda describir el sonido de una nalgada bien puesta. Tal vez el “chas, chas” pueda acercársele.
Estuvimos varios minutos cogiendo en esa posición. Al voltear a la izquierda veía el reflejo de nuestros cuerpos copulando; al voltear a la derecha, veía el camino naranja de los trenes del metro pasar. Ni siquiera nos había importado cerrar las cortinas de la habitación. Creo que había algo de placer exhibicionista en ese descuido.
Le pedí cambiar de posición. Quería terminar viéndola fijamente a los ojos. Al levantarse noté que nuevamente había expulsado otro squirt, el tercero. La sábana estaba empapada. Me impresionó notar que luego de salir de su cavidad mi pene escurría los fluidos de Gloriella.
Se acostó, puso una almohada debajo de su cabeza y abrió las piernas. Atravesé suave el centro de su cuerpo. Mojadísima y tibia, la sentí y la escuché. Comencé a penetrarla, nos seguíamos besando. Luego de unos minutos Gloriella siguió con las contracciones vaginales, seguía soltando squirts. Hubo un momento, el de mayor excitación, en el que me dijo: “escucha, escucha…”. El sonido acuoso de su vagina de agua y fluidos que las embestidas de mi sexo le provocaban. Sólo se alcanzaba a escuchar un chasquido dentro de su vagina. Terminé allí mismo.
Luego de regresar en sí notamos que el sonido de la ducha suplicaba para ponerle fin. Acordamos en que era el momento de parar el estúpido derroche de agua que había solapado nuestro deseo animal. Me levanté a cerrar la llave de la ducha. Aproveché para retirarme el condón que una vez más escurría en fluidos. La vagina de Gloriella es un manantial inagotable.
Regresé a la cama para reposar luego del primer asalto sexual. Me llevó un tiempo encontrar un lugar en la cama que no tuviera un charco de fluidos. Al acostarme Gloriella comenzó a besarme apasionadamente. Yo escurría en sudor y el calor me sofocaba un poco. La habitación ardía. Pero Gloriella lucía fresca, apenas un poco acalorada. Una de las ventajas de vivir en el puerto de Veracruz, dijo.
Además de besarme tomó mi mano y la colocó en una de sus nalgas. Quería que la acariciara, que sintiera ese monumental cabuz negro ébano. Pude notar en su mirada un brillo de lascivia perpetuo. No menguaba. Lejos de saciar su deseo, tener sexo con una ninfómana como Gloriella no hace más que azuzarlo.
Necesitaba de algunos minutos para poder recuperarme. Gloriella ya me pedía la siguiente acometida. Tuve que hacerle la plática. El primer asalto había absorbido una gran parte de mi energía sexual. Le hice varias preguntas personales. Al parecer ella sólo viene a putear a la ciudad todos los fines de mes. Comprendí el porqué la había visto en aquel descenso triunfal por las escaleras del Montreal.
Para el segundo asalto Gloriella tomó la iniciativa. Comenzó a darme besitos breves por el pecho para luego bajar estrepitosamente a mamarme la verga. Una vez listo le pedí de nuevo se pusiera en cuatro. Quería descargar toda mi pulsión sexual teniendo de frente a ese tremendo culo estampado de varios tatuajes. Ella seguía escurriendo a chorros. Estuvimos varios minutos en esa posición. La embestía a un ritmo constante y a cambio recibía como recompensa un orgasmo tibio cuyo escurrimiento se bifurcaba por sus muslos y otro tanto goteaba por el centro de sus piernas. Allí mismo exploté.
Fuimos a bañarnos juntos
Antes de salir tomó el dinero que estaba sobre el tocador, abrió su bolsa y guardó sus zapatos. Terminó de vestirse, pero salió descalza. Me pareció tierno ese detalle. A pesar de su insaciable y hasta violento deseo sexual me sorprendió el contraste con su personalidad. Amable, educada, atenta e incluso tierna. Sus ojos denotan un brillo de inocencia. Un tsunami sexual, por dentro; un lago calmo, por fuera. Gloriella es como una violenta tormenta que arrasa con todo a su paso, pero también es como el abrigo de una suave llovizna en un día soleado.
Cuando nos dimos la ducha final me comentó que una de sus amigas vendría el próximo mes. La va a iniciar en el mundo escort. Cada vez es más frecuente que las chicas apadrinen a sus amigas o familiares para dedicarse a este antiguo oficio. Las aconsejan y las cuidan, les dan el primer impulso para que después ellas se manejen de forma independiente. En estos últimos años los servicios sexuales que operan en las plataformas digitales han incrementado enormemente su demanda. Las empresarias del cuerpo son cada vez más solicitadas por hombres de todas clases sociales y edades. A final de cuentas como pregona el feminismo: “Es mi cuerpo y yo decido”. Con mayor razón cuando es un trabajo que marida jugosas ganancias económicas con el placer sexual. Sin duda, una ventaja de género.