Después de decirnos adiós no sentí el escozor de la culpa luego de engañarla con una puta. No sentí remordimiento después de interrumpir los seis meses de abstención esperando a la mujer que estúpidamente pensé que me quería. No sentí pesar al siguiente día, luego de saludarla con un beso tierno y caminar juntos de la mano. No me importó besarla con los mismos labios que un día antes estuvieron mamando las tetotas de la Norteñita. El tacto de mis manos nunca me delató cuando al caminar juntos de la mano recordaba la reverencia con la que acariciaba el perro culazo de la susodicha meretriz.
Alguien me dijo que las mujeres que tienen hijos jamás vuelven a enamorarse. Aunque hay casos excepcionales: “¿No has visto Profundo Carmesí de Ripstein?”. Una escort me contó que las mujeres que se divorcian luego de una relación de muchos años tampoco vuelven a creer en el amor. Mi exnovia reunía ambas condiciones y una más que pude conocer hasta el final.
De todas las razones, las hipótesis y las chaquetas mentales que me hice una y otra vez, nunca pensé que el principal motivo había sido la astrología. Dijo que no quería volverme a ver. Días después de haberle dado la fecha y la hora de mi nacimiento me mandó por whats una imagen con figuras extrañas y líneas de colores incomprensibles para mí. Se trataba de mi carta astral. “Nuestras cartas no son compatibles y no podemos estar juntos. Mi horóscopo me dice que debo estar con un capricornio”. Me confesó que había conocido a otra persona.
Semanas antes había estado buscando departamento, uno que quedara cerca de la zona donde ella vive. Había pensado en proponerle vivir juntos, a ella y a su hija. No importa todo lo que yo hubiera hecho, incluso lo que ella sintiera, los astros habían dictado el mandato. Con todo, creo que quedamos a mano. No tengo autoridad moral para sentirme engañado. Ella solo es una sociópata y fanática de la astrología. Yo, solo soy un adicto a las putas. Creo que ella ganó más que yo al separarnos. Al menos es lo que creo hasta este momento.
Conocí a AprilMoon
Después de consumarse este nuevo fracaso amoroso, poco tiempo pasó para volver a comprar afecto, rentar por una hora el calor de un cuerpo femenino y pagar por el fármaco de unos buenos besos fingidos. ¡Qué difícil es retomar el medio de la putería cuando diariamente hay chicas que eligen iniciar en este oficio! Como cliente el problema ya no es la escasez sino la abundancia. Uno pensaría que la oferta ha sobrepasado a la demanda. Sin embargo, actualmente hay una crisis para formar y mantener vínculos afectivos. Como hombre uno sabe el tiempo y dinero que debe invertir para, por lo menos, tener intimidad con una chica, una que solo estará contigo unos meses. Conviene omitir los tradicionales códigos del cortejo y pagarle a una chica hermosa por follar, una mujer a la que en el mundo real jamás tendrías la posibilidad de cortejar. Las escorts se han consolidado como las demócratas del sexo por excelencia.
No quise perder tiempo en buscar a la chica del momento, así que contacté a varias de las escorts que sigo en redes sociales. Mandé un whats masivo pidiendo información y la primera que me contestó fue Aprilmoon. Desde hace varios años sigo su cuenta, había llegado el tiempo de conocerla.
Concertamos la cita en el Hotel Huipulco, un modesto y cómodo cinco letras ubicado en los alrededores de la intersección de periférico sur y Calzada de Tlalpan. Sí, aquélla famosa avenida de innumerables hoteles de paso que inicia en la salida a Cuernavaca y llega hasta el Centro Histórico de la ciudad.
Desde siempre me ha cautivado la figura de Aprilmoon. Resulta difícil ver sus fotografías y no fantasear con el hecho de sujetarla por su diminuta cintura y embestirla frente al espejo. Por fin conocería aquel rostro anónimo, el que apenas asoma unas finas y extensas comisuras de besables labios carnosos.
La espera fue un poco larga. Como es costumbre en esta ciudad, el tráfico postergó su llegada por unos minutos. Nada grave. Yo la esperaba tirado en la cama, apenas con una toalla asida a mi cintura, escuchando el acelerado latido de mi corazón y sintiendo cómo la adrenalina activaba cada parte de mi cuerpo.
Tocan la puerta de la habitación
El pago por el servicio estaba sobre la mesa: unos billetes de 500 pesos junto a un paquete de condones Sico. No recogió el dinero, como toda profesional lo tomaría hasta el final. Me pidió unos minutos para pasar al tocador.
Al verla de espaldas enfoqué mi atención en sus lindas nalgas, revestidas por unos ajustados leggings color gris que no hacían más que atizar mi deseo. Me cautivó ver la pequeña brecha que se formaba entre sus piernas. La sensación del tiempo llegó a tornarse pausada, no así la marcha acelerada de los latidos de mi corazón. Me sentía como una bestia amaestrada en espera de que el amo emitiera la señal de ataque.
Así fue, no hubo preludio. Una vez que Aprilmoon se acercó la comencé a besar con firme delicadeza. Imposible resistirse ante semejantes labios de fuego, perdición de la mujer costeña. Me excita evocar la imagen de la carne viva y palpitante de sus labios recién humedecidos por el rastro de mi lengua. No olvido la impresión al recorrer aquel surquito que se forma entre el principio de su nariz y el de sus labios; desnudar sus pechos para restregarles mi rostro y chuparlos con las ansias de un sediento; recorrer su diminuto talle y bajar hasta sentir su culo y pedirle permiso para nalguearla con morbosa gentileza. En verdad es la “hija favorita de Ishtar”, diosa mesopotámica del amor y la guerra.
Me sentí profundamente atraído por su culo. Para empezar, le pedí ponerse de perrito. Antes me pondría el condón con la boca y me la mamaría por unos minutos. Aprilmoon tiene una de las posturas en cuatro más bellas que he visto en todos estos años. No solo es su culo y la irresistible forma en que lo levanta invitándote a profanarlo, también te hipnotiza la inclinación y el arqueo de su espalda, la diminuta cintura que reclama ser sujetada con ambas manos. Duramos mucho tiempo en esa posición, viendo nuestra imagen duplicada desde el espejo lateral de la habitación. Por cansancio tuve que detenerme para recobrar fuerza, pero cuando ella sintió la pausa tomó la iniciativa y siguió moviéndose sin tregua.
Cambiamos de posición
Al tenerla de frente y penetrarla me percaté de un pequeño lunar que presume en el centro de su cuerpo, de esos lunares ocultos que solo puedes conocer al esculcar las partes íntimas de tu pareja. Sujeté sus piernas y me las puse sobre los hombros.
El climax de este encuentro estaba por llegar. Le pedí que se acostara boca abajo con las piernas cerradas. Me senté sobre sus femorales y le abrí las nalgas para penetrarla. “Qué rico, qué rico”, sollozaba Aprilmoon en voz baja.
Estuvimos platicando un ratote antes de su partida. Tuve la grata sorpresa de conocer no solo sus posturas políticas, también su concepción mística de la vida y sus proyectos a futuro. Amé el detalle cuando ante el paso del tiempo se levantó sutilmente del lecho y se acercó para darme un beso tierno en la boca, el preludio de la despedida. Tomó el dinero de la mesita y nos dijimos adiós.
Con Aprilmoon retomé la senda de las escorts. Volví a sentirme contento con la fantasía de conectar con una mujer en la intimidad, una ficción erótica-afectiva que solo pueden brindar estas mujeres extraordinarias que entregan su cuerpo y comparten un pedacito de su alma. Días antes de publicar este relato estuve con otra escort, la experiencia sigue siendo intensa e inconmensurable tal y como la primera vez.
Una tragedia personal
Me sentí feliz y triste una vez que dejé el hotel Huipulco. Me invadió un sentimiento ambivalente al comprobar que los besos “falsos” de una escort a la que solo vi una vez en mi vida me habían resultado más genuinos e intensos que los de mi propia exnovia, esa mujer oscura de belleza exótica a quien había llegado a querer y con quien pensaba tener un proyecto de vida.