Hace dos meses conocí a una chica por Tinder. Salimos un par de veces, compartimos dos cenas, algunos regalos mutuos, algunas caricias de mano y un beso. Una chica mayor que yo; extranjera. Con ella puse en práctica todos mis recursos de galantería, caballerosidad y romanticismo. Pero no valieron de mucho. Sólo quedamos como “amigos”, una palabra que significa todo y nada, una palabra políticamente correcta pero vacía.
Durante ese breve tiempo ni siquiera revisé mi cuenta putera en twitter. El deseo incontrolable que solía tener por conocer escorts se había ido. Sin embargo, luego de ese intento fallido por salir con alguien, el deseo primigenio regresó, tan fuerte y avasallador como cuando me inicié en este deporte, como muchos le dicen.
No pude resistir y volví a hurgar en mi lista de chicas pendientes a conocer, una lista que no deja de crecer y que por supuesto nunca llegaré a cumplir.
En un arranque por explorar lo desconocido llegué a @LunaRoja. Como sucede en este medio, la mayoría de las chicas que apenas se inician en esa profesión reciben un empujoncito de parte de las consagradas, por lo menos las afortunadas porque en este ambiente también prevalecen las envidias.
Aunque no conozco a su madrina, el perfil de @LunaRoja lo vi en el twitter de @Danna_Ebel, una chica que goza de una reputación de 5 estrellas en el mundo escort. Hacen tríos y dicen que son muy buenos.
Nunca había estado con una escort tan joven
Tengo 19 años cumplidos, me dijo. Tan joven que apenas en un par de días (mediados de octubre de 2021) recibiría su segunda dosis de la vacuna, creo que Aztra Zeneca.
Además de contratar a una chica fuera de lo común, al menos para mi, quise hacer algo que nunca había hecho con una escort: embadurnarla en aceite, inundar su cuerpo de óleo hasta que le entrara y escurriera por sus cavidades. Algo así como en los videos porno de la productora Lubed.
Llegó puntual a mi habitación. Justo como habíamos acordado tres horas antes
Al verla entrar y quitarse el cubrebocas supe que ella sería la mujer más joven con la que tendría sexo. Las chicas autodenominadas como “teens” que antes conocí no podrían compararse en juventud e “inocencia” como la de mi invitada, aquel día de fuego y aceite.
Con sus labios pequeños de rojo intenso me besó suavemente en la boca. De su atuendo resaltaba un enorme culo, paradito y firme, envuelto por un pequeño short de mezclilla que lo rozaba una larga cabellera ondulada.
Pude notar que estaba un poco nerviosa. Antes de iniciar me pidió darse un baño. Por el espejo de la pared de la habitación la vi desnudarse. Retirar una a una sus prendas hasta asomar una hermosa silueta en la que destacaban unas redondas y hermosas nalgas. Supe de inmediato adónde comenzaría a derramar los primeros chorros de aceite.
Llegué por la tarde al Villas Patriotismo
Ese hotel solo lo conocía de noche. Luego de este encuentro me di cuenta que la luz natural del día le da un toque de mayor erotismo al cuerpo femenino. Solo habíamos bajado la cortina translúcida para darnos un poco de privacidad.
LunaRoja terminó de bañarse. Retocó con bilé sus labios, secó su cuerpo y caminó desnuda hasta la cama. Subió, se hincó y volteó a verme a los ojos con esa mirada de inocencia y lujuria, de timidez y arrojo sensual, una ecuación que sólo las chicas de su edad y profesión pueden proyectar. Volteó a verme con su cuerpo erguido, mostrándome sus dos hermosos pechos cuyo pezón izquierdo lo atravesaba un largo piercing.
Comenzamos a besarnos. Lucía irresistible, avasallante. Me dispuse entonces a manosear con desesperación todo su cuerpo. Esa piel de ninfa joven exenta de las marcas que suelen dejar el paso del tiempo. Una suave piel al tacto y a la vista cuales dunas del desierto.
Ante su cuerpo desnudo me desvestí de inmediato. No le dí oportunidad a que ella me ayudara. De un jalón retiré mi pantalón con todo y ropa interior. Al verme desnudo con el miembro parado, LunaRoja se tiró a la cama, acomodó una almohada sobre su cabeza y con una sincronía perfecta abrió las piernas lentamente. Asomó un monte de Venus, uno que esbozaba algunos vellos distribuidos sin orden aparente. No pude resistir, se veía hermosa.
Comencé a salivar como coyote en gallinero
Le pregunté si podía mamársela. Ella asintió, se acomodó y me la ofreció de manera incondicional. Estuve un rato lamiendo, recibiendo sus fluidos, metiendo un dedo, metiendo dos dedos, acariciando sus muslos, viéndola retorcerse de placer.
De pronto se colocó en cuatro. Nuevamente no pude resistir, nunca lo había hecho, para mi esa tarde fue descubrir y experimentar: comencé a mamarle el culo.
Abrí un poco sus nalgas y metí la punta de mi lengua en su irresistible orto. Lo rosaba suave y lentamente con las puntas de mis dedos como si se tratara de un objeto delicado susceptible de romperse. Luego de palparlo volvía a meter mi lengua. LunaRoja solo gemía. Verla acomodada en cuatro, observar esas nalgas en toda su amplitud anatómica, había resultado en una irrechazable invitación para comerme su culo.
Tras saciar ese deseo primigenio de lamer culo, le pregunté si podíamos jugar con aceite, untarle el cuerpo con el contenido de esa botellita que había comprado en una farmacia del dr. Simi. Puedo apostar que la mayoría de las personas que compran “aceite para bebé” lo utilizan para fines sexuales.
LunaRoja asintió. Volvió a colocarse en cuatro y a modo de película porno comencé a rociar bastas cantidades de aceite sobre sus enormes y redondas nalgas. Con mis manos comencé a esparcirlo por todo ese monumento que tiene por culo. El brillo que comenzaba a adquirir su piel le dio todavía un toque de mayor sensualidad al momento. Mientras que al tacto la sensación se volvió jodidamente placentera, tirando al descontrol irracional. No podía dejar de frotar mis manos sobre su cuerpo. Apenas el aceite se secaba volvía a rociarla con bastedad, acompañando el masaje con varias nalgadas bien puestas a las que LunaRoja sólo contestaba con gemidos. El deseo de seguir jugando con el aceite no paraba de escalar.
De sus lustrosas nalgas pasé a rociarle la cintura, después seguí con la espalda. De pronto se volteó y la esparcí con abundantes chorros de aceite en sus senos. Primero, los masajeé despacio; luego lo hice de forma acelerada como una respuesta a la súbita excitación que no paraba de crecer.
LunaRoja se mostraba agitada, dijo que la sensación era deliciosa. Seguí bajando a su cintura; regresaba a sus tetas. Finalmente llegué a su pubis. No hubo zona de su cuerpo que mis manos no hayan explorado. Creo que la esencia de su cuerpo la tengo calcada en las palmas de mi mano.
Dejé la botella de aceite y la abracé, quería sentir todo su cuerpo. Al colocar mi pierna en el centro de su cuerpo pude experimentar un calor y una sensación particulares: sus fluidos corporales se mezclaban con el aceite.
Me levanté por un condón. Le comenté que traía unos de sabores. Revisé y eran de menta. LunaRoja sólo dijo: “a ver…”. Me acerqué a la cama y de inmediato comenzó a mamármela. Por mi parte le seguí acariciando sus nalgas y le metía un dedo por su húmeda vagina.
Se puso en 4
Luna me pidió que me recostara en la cama, quería montarme. Mientras me propiciaba tremendos sentones aproveché para chorrearle otra vez aceite en sus nalgas, el aceite llegaba a escurrir hasta mis muslos. En esa posición aproveché para meterle un dedo por su culo, uno pequeño, no quise forzarlo; sólo entró la primera falange de mi dedo medio. Estuve a punto de venirme, así que le pedí que cambiáramos de posición, no sin antes volverla a esparcir con cantidades atascadas de aceite en sus pechos, abdomen y piernas. Nos colocamos en posición de misionero.
El momento de terminar era impostergable. Al ritmo de una lenta penetración, y cerquita al oído, le pregunté si podía venirme en sus tetas. Dijo que sí. Volví a preguntarle si podía echarle mi lechita, dijo de nuevo que sí pero ahora con un tono más cachondo, casi a modo de súplica.
Antes de quitarme el forro noté que lo tenía un poco afuera, desajustado, lo que indicaba el nivel de estrechez de mi invitada. Subí a la cama y comencé a masturbarme locamente hasta llegar a un alarido de desahogo y placer. Todo el lívido que había acumulado en este periodo de abstinencia, alrededor de dos meses luego de mi primer trio, salía expulsado sin control. La cantidad de líquido seminal que expulsé fue espectacular, creo que esa es la palabra correcta. Literal, sentí que mis güevos se disolvían y como el torrente de una presa desbordada salían fuera de mi. Recuerdo ver que LunaRoja solo puso su mano adelante de mi verga para evitar que la eyaculación le salpicara el rostro.
Le ofrecí papel higiénico para evitar que se pusiera de pie e hiciera un batidillo por la habitación. Nos la pasamos retozando y platicando de trivialidades. Echada en la cama con las piernas abiertas, LunaRoja se tocaba el centro de su cuerpo.
Con esa postal terminó aquella tarde de fuego y aceite. No hubo más. Había quedado satisfecho. Además el tiempo casi había terminado. Aceitar el cuerpo de LunaRoja fue una laboriosa faena. Después se fue a bañar. Demoró un tiempo considerable bañándose luego de haberla aceitado con minuciosidad por cada rincón y poro de su cuerpo.
LunaRoja tiene un nombre de pila bonito, poco común. Me gustó mucho. Lo más probable es que cuando ella regrese a la escuela dejará el ambiente escort o al menos le resultará difícil concertar citas. LunaRoja es bisexual. Para hacer un trío me recomendó a @Danna_Ebel. Dijo, “ella te sabe llevar”… Nos despedimos, volvió a besarme con esos labios de rojo intenso.
Luego de terminar el encuentro y haber consumido todo el fuego que había sentido, volví a abrir la aplicación de Tinder. Di muchos likes en espera de hacer un match e intentar salir de nuevo con alguien.