Abrí mi aplicación de Twitter. Noté una publicación que no podía ignorar. No fueron las fotografías, tampoco el perfil. Fue un mensaje que promocionaba servicios de escorts en el Hotel Amazonas, el de Calzada de Tlalpan en la CDMX. El tuit anunciaba una oferta. El servicio estaba por debajo del precio promedio que suelen cobrar las chicas. Pensé que era fake.
No obstante la ganga, lo que en realidad me inquietó fue la manera en la que ofrecían el servicio. Anoté el número de contacto y envié un mensaje por whats para solicitar información más detallada. Pasaron unos 30 minutos y me respondieron. El mensaje decía más o menos lo siguiente:
Hola amor. Te cuento los detalles del servicio. Somos un grupo de 5 chicas. Ofrecemos trato de novios. Damos servicios en diferentes hoteles pero hoy estamos dando servicio en el hotel amazonas de calzada de tlalpan. No tienes que instalarte, la habitación está incluida en el servicio. Tú llegas al hotel y nosotras te damos el número de la habitación. Ya en la habitación las chicas desfilan y tú eliges la que más te guste. El servicio es de una hora y el trato que dan las chicas es de novios. Estamos hasta las 9 de la noche.
Esa tarde quise probar algo nuevo, tener una experiencia escort distinta a las tradicionales. Una vez que salí del trabajo me dirigí al Hotel Amazonas.
Al llegar al hotel no sabía qué hacer
Justo en la entrada una prostituta esperaba la llegada de algún cliente. Cuando entré al Amazonas todavía no estaba seguro de tomar el servicio. Tal vez debía pedir una habitación y llamar a alguna de mis escorts de cajón. Contratar a la segura, no arriesgarse. Además, no había encontrado alguna referencia sobre esa cuenta de Twitter que me parecía apócrifa. Pocos seguidores y casi recién creada.
Pasé al bar y pedí un trago. Antes de tomar cualquier decisión pagué una habitación por 6 horas. Costó como 350 pesos.
Una vez instalado me di un baño y abrí el whats. Envié un mensaje diciendo que estaba en el Amazonas y que quería tomar el servicio. No pasaron ni 5 minutos cuando recibí una ráfaga de notificaciones. Un mensaje tras otro. Les dije que ya estaba instalado. Entonces me pidieron el número de la habitación.
Dijeron que las chicas ya iban en camino
Sobra relatar la sensación de cuando uno escucha el taconeo de la escort antes de llegar a la habitación. ¿Pueden imaginar el taconeo de 5 chicas al unísono, entre risas y carcajadas? El taconeo de un ejército de putas dirigiéndose a tú habitación. No podía creerlo.
Tocan a la puerta. Echo un ojo por la mirilla. Un grupo de 5 chicas esperaban al otro lado. Respiré profundo y abrí la puerta. Unas tras otras pasaron. Todas enfundadas en minifalda, algunas con los labios pintados, otras con tatuajes. Algunas con el pelo largo y lacio, otras con el pelo chino y corto. Algunas con un culo grande y tetas pequeñas, otras con tetas grandes y culo pequeño. Unas altas, otras chaparritas. Algunas de piel morena, de piel morena clara, otras de piel blanca.
Debía elegir solo a una
La Patrona me dijo que cuántos condones quería. Le dije que sólo dos.
Me pidió que me sentara al borde de la cama y que eligiera a una de las chicas. Todas ella eran chicas muy jóvenes, inexpertas. Por su comportamiento risueño, noté que las chicas estaban nerviosas.
No sabía a quién elegir.
Debo confesar que la situación también me puso nervioso. Sentí que las chicas también me estaban examinando. Me veían y luego entre ellas cuchicheaban. Me sentí observado y juzgado.
La Patrona comenzó a vociferar el nombre de cada una de ellas. Luego de pasarles lista dijo que ella también daba servicio, pero que esa noche no iba a trabajar. La Patrona era una mujer muy atractiva, pude haberla elegido.
“No sé a quién elegir. Todas son muy guapas”, dije.
“Muchas gracias, gracias”, respondieron las chicas.
Finalmente me decidí por Josephine. Al mencionar su nombre ella esbozó una sonrisa y luego petrificó su rostro.
Nunca había estado en una situación así. Tuve una experiencia similar en Argentina cuando contraté a una escort en una casa de citas en el barrio de Palermo. Aquel día las chicas desfilaban una por una. Se presentaban y decían su nombre al tiempo que modelan para mi. Hoy fue un poco distinto.
Una vez hecha mi elección le pagué el servicio a la Patrona. Pagué una hora con Josephine y un par de condones. Entre risas, el resto de las chicas salieron de la habitación.
Luego de haber terminado con mi novia necesitaba volver a sentir el cuerpo de una mujer. Sentir el calor, el aroma y la piel de una hembra. No podía resistir más tiempo la abstinencia. Al contratar a una puta es lo que uno puede obtener, el cuerpo, las caricias, los besos, el sexo. Sé que no puede compararse al cariño y al amor. No importa, pero ayuda en mucho.
Me senté sobre el borde de la cama y le pedí a Josephine que se acercara. Le pregunté si podía tocarla. Ella asintió. Con su permiso la abracé suavemente y comencé a tocar todo su cuerpo. A oler su cuello, besar sus manos, colocar mi rostro sobre sus pequeños pechos y a explorar con mis manos su diminuta cintura y sus nalgas. Estuvimos así unos minutos. Ese preludio fue liberador para mí.
Nos metimos a bañar
Para ser honesto cada quien se bañó por separado. Yo ya me había duchado pero me volví a dar una remojada. Tras salir de la ducha Josephine me pidió que apagara la luz. Dijo que le gustaba hacerlo con las luces apagadas, en lo oscurito. Sólo dejamos el reguetón de fondo para iluminar la habitación.
Desnudos, Josephine destendió las sábanas de la cama para iniciar un lento y suave faje. Al incrementar la pasión quise besarla, pero puso resistencia. Sólo besaba de piquito. “Yo casi no soy de besos, ni a mi esposo casi lo beso. No me gusta mucho besar”. Creo que nunca había estado con una escort casada. Por lo general, las escort están solteras. Esa noche también eso fue nuevo para mí.
Recorrí su pequeñito cuerpo. Estuve un rato besando sus pequeñas tetas. Acaricié sus largas y delgadas piernas, sus pequeñas y hermosas nalgas, sus delgados brazos y su delicado rostro. Metí mis dedos en su entrepierna. La estimulé hasta sentirla húmeda y mojada.
No pude esperar más tiempo y me puse el condón. Comencé a penetrarla.
Josephine es una niña petite. Calculó que debe de medir 1.55 más o menos. Cuando me pidió adivinar su edad le dije que le calculaba unos 23 años. Dijo que tenía 21. Sin haberlo planeado estaba cogiendo con una teen petite.
Comenzamos a follar de misionero. Luego sujeté sus piernas y las puse sobre mis hombros. Me impresionó la flexibilidad de su cuerpo. Sin oponer resistencia pude manipular sus delicadas extremidades. Cuando uno está con una teen petite tiene la impresión de que puede romperse. Da la impresión de tener un cuerpo frágil. Josephine disfrutaba las embestidas a pesar de que hubo un momento en el que las pronuncié con mucho vigor y firmeza.
Le pregunté si podíamos coger de perrito. Dijo que esa posición le gustaba mucho. Así que estuvimos un rato bombeando en esa postura. Hubo un momento en el que ella tomó la iniciativa. Josephine controlaba a placer la intensidad y la amplitud de los sentones. Desde mi perspectiva podía ver una hermosa espalda arqueada y un culo paradito. Los huesitos de su columna vertebral y de sus omóplatos quedaban expuestos por su esbelta figura.
Pedí cambiar de posición. Le dije que se diera la vuelta, boca arriba. La sujeté por los muslos y la arrastré un poco hasta acomodarla al borde de la cama. Le abrí las piernas y la penetré de una sola estocada. Ella sólo gimió.
Casi antes de venirme dentro de ella, Josephine recibió un mensaje y comenzó a responder en ese momento. Dijo que debía contestar para no despertar la sospecha de su marido. Nadie de su familia sabía que se dedicaba a la putería. Necesitaba el dinero.
Pocos segundos antes de venirme sólo vi la pantalla iluminada de su teléfono que se interponía entre su mirada y la mía. Salí despacito del centro de su cuerpo y me aventé a la cama.
Cuando terminamos me dijo que se le había hecho una persona súper tranquila. Que se la había pasado muy bien. Me contó que no había tenido muy buenas experiencias en el poco tiempo que llevaba en esto. Tras debutar en el ambiente puteril le habían tocado personas violentas y “uno que otro vergudo”, dijo. Lejos de decirlo con placer lo decía con angustia y enojo. Un vergudo la había lastimado. Incluso preguntaba con frecuencia por ella. Siempre le negaba el servicio.
Me contó que vivía por el Estado de México y que ante la difícil situación económica tuvo que trabajar en este giro. Josephine trabajaba en un restaurant como mesera. Una de sus compañeras la convenció de probar suerte como escort. Al estar iniciando en este ambiente, Josephine no goza de la integridad del pago de sus servicios. Debe pagar un porcentaje a la Patrona. No la obligan, ella puede dejar esto cuando quiera. Por ahora quiere ahorrar un dinerito para ayudar en los gastos familiares y otro tanto para estudiar una carrera.