Mi visión de la sexualidad y el cuerpo femenino cambiaron por completo desde que empecé a contratar escorts. He estado con mujeres de una belleza incomparable, mujeres con cuerpos esculturales y rostros hermosos. Escorts que combinan el deseo de coger con el negocio del sexo por dinero. Mujeres que en el mundo de las relaciones humanas “normales” jamás podría haber conocido y con las que mucho menos podría haber tenido sexo. Sin embargo, mi primer trío ha marcado un antes y un después de todo lo que había experimentado sobre la sexualidad. Mi primer ménage à trois. Tanto tiempo postergado. Tener sexo por placer sin duda es una de las experiencias de mayor sublimación. Pero hacerlo con dos mujeres lleva la experiencia a otro nivel.
Un sábado por la tarde contacté a Yoseline, a quien un par de semanas antes había conocido (ver Parte 1). La experiencia de copular con ella me convenció suficiente para volverla a contratar. Creo que hicimos una buena química sexual. Incluso, luego del fin del servicio, nos quedamos platicando por un largo rato, calculo que una hora, sin duda algo inédito.
Vi que en el foro de BA había publicado un mensaje donde ofrecía servicios de trío con Camilah. Le pregunté por la disponibilidad; acordamos vernos a las 8 de la noche en el Villas Patriotismo. Para amarrar la cita le envié por whats una fotografía con el número de la habitación. Dijo que ella y su colega estaban en el norte de la ciudad, así que tardarían una hora en llegar. No le dí importancia, mientras tanto me daría un baño y luego bajaría al restaurante a beber cerveza. Ya lo tenía planeado.
De pronto, a mitad de una cerveza, recibo un mensaje de Yoseline diciendo que si no contestaba el teléfono de la habitación me cancelaría de inmediato el servicio. Tuve que subir de volada, al parecer la fotografía con el número de la habitación no bastaba para confirmar la cita. Había olvidado ese detalle; ella tenía razón. Al final, ese descuido me costó esperar media hora más a mis hermosas acompañantes. Menos mal que no cancelaron.
Luego de una espera de casi hora y media, Yoseline tocó a la puerta de la habitación. Al abrir me saludó de inmediato. Noté que había cambiado de look. Traía el pelo de un color rojizo obscuro. La verdad se le veía mucho mejor que el anterior tono rubio. Parecía otra persona, los rasgos de su rostro resaltaban con mayor belleza. Tras platicar por unos minutos le comenté que ya nos habíamos conocido un par de semanas antes. Que había pasado una noche increíble con ella. Que me había platicado parte de su vida personal y de sus experiencias de escort. Que nos habíamos quedado a platicar, ambos desnudos viéndonos frente a frente, por más de una hora después de haber cogido dos palos como locos. Yoseline no recordaba nada. Dijo que mi rostro no le parecía familiar.
Lejos hacerme sentir incómodo esa situación, le comenté que no había problema, que estaba bien, que ese descuido o falta de memoria obedecía a su (afortunada) carga de trabajo como escort. Yo estaba equivocado al romantizar el servicio de una escort. Entrar a la habitación y cogerse a los clientes es su trabajo, no es una obligación recordarlos. No obstante, se quedó pensando un tanto apenada por la situación.
Pasaron menos de 10 minutos para que llegara Camilah. Antes, la recepción del hotel había marcado a la habitación para preguntar por el número de personas adentro. Dije que eramos dos personas y que esperábamos a una más. Déjenla pasar por favor, dije.
Cuando llegó Camilah comencé a ponerme nervioso. Nunca había estado con dos mujeres al mismo tiempo. Se lo comenté a mis invitadas y Yoseline sólo me dijo sin titubear: “Pues prepárate, te vamos a coger. Estamos bien pinches locas mi amor…”. Palabras certeras de un mujerón del norte, guapísima, insaciable y cachonda. Una puta hermosa.
“Amiga, puedes creer que no me acuerdo. Dice el chico que estuve con él hace dos semanas…”. Dijo en algún momento Yoseline.
Luego de echarse un baño, Camilah salió desnuda de la ducha. Una mujer delgada, de tez morena, senos enormes y firmes, piernas torneadas, y creo que con una de las miradas más sensuales que he visto en este ambiente, tal vez sólo equiparada a la de mi novia AngieBoom.
Me dijeron que me fuera desnudando. Notaron que estaba algo tenso así que Camilah se acercó para quitarme poco a poco la ropa. No podía creerlo, nunca había estado tan nervioso en un servicio. Parecía un novato; en efecto, lo era.
Durante ese momento Yoseline le preguntó a Camilah que si se le antojaba un bacacha, que ella se lo invitaba. Pidieron dos tragos de bacardi blanco. Me ofrecieron uno pero con la cerveza que había tomado antes para mi era suficiente.
Una vez desnudo me aventaron a la cama y comenzaron a mamarme la verga a dos bocas. Sentir dos lenguas al mismo tiempo es una de las experiencias de mayor placer sexual en la vida. Mientras Yoseline se la metía completa a la boca, Camilah no paraba de mamarme los guevos. Me sentía poseídamente excitado. En ocasiones cambiaban de posición, en otras solo se la comían a lenguetazos. Estúpido de placer, yo solo acariciaba ambas cabezas: la pelirroja de Yoseline y la pelinegra de Camilah. Me sorprendió que luego de varios minutos de un ininterrumpido y pornográfico felatio nunca tuve el deseo de venirme.
De pronto, tocan a la habitación. El room service había llegado.
Yoseline se limpia un poco la boca y se levanta para recibir los tragos. Se pone una toalla alrededor del cuerpo y saca dinero de su bolsa. Abre la puerta. No imagino al camarada mesero en esa situación, máxime que al fondo de la habitación se escuchaban las chupadas de verga que Camilah nunca interrumpió. Deben ser hombres de acero los del personal porque después de ver la clase de mujeres que desfilan por el Villas Patriotismo uno pierde la razón.
Sí, Camilah seguía mamándomela como poseída. Con el puño cerrado la sostenía desde la raíz y con la boca le daba lengüetazos a mis testículos. De pronto en un acto de arrebato, ni siquiera me di cuenta, me puso el condón y comenzó a cogerme. Me montó riquísimo, la sentía tan estrecha, tan húmeda. Justo durante la fiesta de los sentones Yoseline entró con los dos tragos en la mano. Cuando rememoro la expresión de sorpresa y las palabras que Yoseline dijo en ese instante no puedo evitar morir de risa. Sólo dijo:
—¡¿ Amigaaaa, ya te lo estás cogiendo ?!
Luego de dejar los tragos en el buró, Yoseline empezó a manosear a Camilah. Primero le masajeó los senos; luego las nalgas, les daba impulso con sus manos para que los sentones de su amiga fueran más intensos y profundos.
Camilah me pidió cambiar de posición. Quiso que la cogiera de perrito mientras Yoseline se recostaba, abría las piernas y le pedía a su amiga sexual que le mamara la concha, ese rosado monumento que la diosa del amor esconde en el centro de su cuerpo. Mientras tanto a cada embestida, Camilah pedía que me la cogiera más fuerte, me lo exigía, interrumpiendo las chupadas a la panocha de Yoseline para verme de reojo a la cara y ordenármelo con más autoridad.
Minutos después volvimos a cambiar de posición. Quise coger a Camilah de la manera en la que sólo la especie humana puede hacerlo: de frente, mirándonos a los ojos. Quería verla fijamente mientras la penetraba. Quería que me envolviera con su sensual mirada, cautivadora y enigmática. Así que le pedí a Yoseline que me pasara una almohada para acomodar apropiadamente el cuerpo de Camilah.
Sentí que por instantes éramos una sólo persona. Que nuestras miradas y nuestros sexos se habían unido para fusionarse. Con mis dos manos sujetaba su pequeño rostro, al tiempo que le daba unas metidas deliciosas. Yoseline sólo nos veía coger. Recargada sobre la cabecera de la cama sólo nos decía lo rico que nos veíamos mientras se masturbaba de forma acelerada.
Camilah me pidió que me viniera en sus tetas. Al salir de su cavidad me quitó de inmediato el condón y me ofreció sus chichotas sujetándolas con sus dos manos. Yoseline se acercó para recibir algo, no quería quedarse fuera de la fiesta seminal. Sólo sacaba su lengua y me acariciaba el abdomen. No resistí más y exploté al cobijo de esas enormes glándulas mamarias. Mi primera venida provocada por dos mujeres. Mi líquido espermático no sólo abrazaba las tetas de Camilah, unas gotas llegaron a alcanzar su rostro y el chorrito restante quedó esparcido en las sábanas de la cama, como bien nos lo hizo notar Yoseline. Quedé noqueado por varios minutos. Sólo viendo el techo de la habitación con la mente en blanco, en un estado de paz profundo. Camilah y Yoseline brindaban al calor de sus dos tragos de bacardí blanco.
Ellas se ponían al corriente de sus vidas. De vez en cuando yo intervenía. Aunque ese momento sólo era de ellas. La charla se prolongó por bastantes minutos. Llegué a pensar que mañosamente estaban haciendo tiempo para partir de pronto. Me equivoqué. Ellas son unas profesionales. Además podía verse a leguas que lo estaban disfrutando. Luego de dar un sorbete profundo a su bebida, Camilah me preguntó si podría aventarme otro palo. Minutos antes de que me lo preguntara el efecto neuroquímico del orgasmo había pasado. Yo ya la volvía a ver con el genuino deseo de cogerla hasta caer.
Camilah inició acariciándome los muslos, al tiempo que me veía fijamente a los ojos. Notó que ya estaba listo para el siguiente round. Cual imán ambas meretrices se abalanzaron al centro de mi cuerpo. El nivel de excitación para este nuevo capítulo era el mismo que al principio. No sabía que mi cuerpo pudiese tener dicha respuesta. Lo desconocía.
Camilah deja de chuparme la pija y se levanta para ponerme su concha en la cara. Lucía perfectamente depilada, inmaculada, limpia. La boca sólo se me hacía agua. Quería chuparla, beber de sus fluidos, pero me abstuve. Sólo la acaricie con suavidad y admiración. No debes beber agua de esos manantiales, me ordenó la pequeña parte de mi cerebro que por fortuna es inmune a la lascivia y el deseo sexual.
Yoseline me preguntó que a quién me quería coger. Para ser equitativo y políticamente correcto elegí a mi diosa del amor. Me puso el condón y comenzó a montarme. Nos atascábamos de besos, nuestras lenguas parecían tentáculos alcanzando una presa. Camilah se acostó a un lado de mi y comenzó a masturbarse. Estaba ocurriendo de nuevo, ese instante de placer incontrolable. A propósito Camilah puso su concha a mi alcance para que le ayudara a darse placer. La acariciaba, le metía los dedos, los sacaba húmedos, la volvía frotar con la suavidad y humedad que me obsequiaban sus fluidos.
Yoseline no hacía más que darse sentones. Por momentos sentía caer el escurrimiento que me dejaba uno de sus orgasmos. Así seguimos por varios minutos.
Llegó el momento en que me pidieron la leche. Primero me despojaron del condón y luego Yoseline comenzó a masturbarme violentamente. Agarró con firmeza mi miembro y lo frotó como si no hubiera fin. Estallé en su mano. Sin embargo, eso no fue motivo para que siguiera masturbándome con la misma intensidad que al principio. El calambre que acompaña al orgasmo se tornaba irresistible. No pude aguatar más y le pedí que por favor ya no siguiera, que me dolía mucho; le supliqué que se detuviera. Al final, quedé tendido por varios minutos, en lo que mis acompañantes se alistaban para partir. La noche con mi primer trío había terminado.
Antes de despedirse, Camilah lanzó un suspiro. Me dijo que se la había pasado muy bien, que llegaría a su casa a descansar. Había tenido un día de la chingada y esto la había relajado muchísimo. Ambas se acercaron y se despidieron de mi con un beso. Probablemente jamás vuelva a verlas. La despedida con una escort, al menos para mi, suele ser un adiós. Sólo vuelvo a ellas cuando las inmortalizo en esta líneas.